Cuando la inacción nos roba el milagro

Cuando la inacción nos roba el milagro

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Este fin de semana, en medio de la rutina de compras en un centro comercial, se presentó una escena que invita a pensar. Un padre, acompañado de sus dos hijas, intentaba pagar los útiles escolares que habían elegido. Con evidente angustia, descubrió que el dinero no le alcanzaba. Su amigo intentó ayudarle con una tarjeta, pero tampoco funcionó. El padre, con los ojos llenos de impotencia, miraba a sus hijas, tratando de no dejar atrás nada de lo que habían escogido para sus clases.

Muchos hemos estado frente a momentos así, donde la necesidad de otro se hace visible, y sentimos el llamado a actuar. No siempre se trata de tener abundancia, sino de tener disposición. Sin embargo, la inacción suele ganarnos: por respeto a quienes nos acompañan, por miedo, por dudas, por el qué dirán.

Y mientras alguien lucha por no quebrarse frente a sus hijos, otros luchan internamente con el deseo de ayudar y la voz que los detiene.

¿Cuántas veces hemos podido ser instrumentos de Dios para bendecir a otros, y nos ha vencido la inacción? ¿Cuántas veces hemos dejado pasar la oportunidad de ser respuesta a una necesidad?

Esta experiencia nos recuerda que ser instrumento de Dios no siempre implica grandes gestos, sino pequeños actos de amor y valentía. Que no nos vuelva a ganar la inacción. Que estemos atentos, dispuestos, sensibles. Porque en esos momentos, Dios quiere obrar a través de nosotros.

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