El día 15 de agosto, la atención mundial se centró en la anunciada reunión entre los presidentes Trump y Putin, en la base militar de la Fuerza Aérea estadounidense Elmendorf-Richardson en Anchorage, Alaska. La guerra en Ucrania era el tema convocante, y su presidente fue el gran ausente y vetado.
“No hay acuerdo hasta que haya un acuerdo”, sentenció el presidente Trump, tras tres horas de una cumbre bilateral junto al presidente Putin. Mejor resumen del encuentro no pudo haber sido enunciado.
El único consenso entre los principales medios y analistas es que la cumbre fue un fracaso de cara a su objetivo principal. Las expectativas de Trump fueron desde más a menos, en el conteo regresivo de los días hasta el día del encuentro entre ambos.
El ímpetu del negociante -y fraudulento- de los asuntos inmobiliarios e ícono del Jet Set televisivo estadounidense, incidieron poco, frente al inmutable presidente de Rusia. El arte de la Diplomacia no admite aventureros.
Putin es un veterano del orden internacional. Desde sus orígenes hasta su trayectoria política y presidencial así lo certifican. Ha lidiado con seis presidentes distintos de los Estados Unidos, desde el 1999 hasta la fecha. Teniendo una cómoda cosmovisión de los intereses de Rusia y de los estadounidenses.
El encuentro no deja de reflejar importantes avances para la turbulenta agenda política internacional. Rusia y Estados Unidos son dos grandes potencias mundiales, antagónicas entre sí, que han sabido coexistir, aliarse y evitar la atrocidad de la humanidad. Desde Yalta hasta Alaska han tejido un histórico que han moldeado el orden internacional existente.
Baja la tensión acumulada en el plano internacional; crea vínculos de interconexión y voluntad política entre ambas potencias; eleva a nivel presidencial los esfuerzos de paz en Ucrania.
“Ni una pulgada hacia el Este”
La actual situación de la guerra de Rusia y Ucrania data desde febrero de 1989. Cuando la Unión Soviética, liderada por Mijail Gorbachov, reclamaba la no expansión de la Alianza del Atlántico Norte (OTAN) sobre Europa del Este.
“Ni una pulgada hacia el Este” icónica frase del entonces Secretario de Estado de los Estados Unidos, James Baker, con respecto a la crisis generada por la expansión de la OTAN, como mecanismo de defensa común entre los Estados Europeos y Estados Unidos, reclamada por Gorbachov.
Así se fijaron un conjunto de garantías ante el reclamo de la entonces Unión Soviética (hoy Federación de Rusia), ante los Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Alemania. La preocupación del liderazgo soviético se centraba en que el proceso de inestabilidad política de los Estados comunistas aliados que salían de la URSS, en las revoluciones de 1989, pudiera ser aprovechado geopolíticamente por los Estados Unidos vía la OTAN.
Para la OTAN resultaba muy atractiva y fértil las circunstancias derivadas de la unificación de Alemania, las nuevas repúblicas exsoviéticas, y el camino seguro de la consolidación de la Unión Europea.
Putin busca no hacer el tonto, tal y como le hicieron a Gorbachov con la expansión de la OTAN. Tras estos acuerdos de 1989, la alianza militar se expandió por toda Europa del Este, creando un cerco geoestratégico frente a Rusia. Ucrania sería el último objetivo geográfico de esta expansión.
Razones que llevaron a Putin a invadir Crimea y en escenificar la actual guerra en Ucrania.
El reparto
Las líneas grandes de un eventual acuerdo entre Rusia y Ucrania / Estados Unidos / Unión Europea / OTAN, tendrá que pasar, obligatoriamente por los siguientes petitorios:
Pactar con precisión meridiana, la no expansión de la OTAN con Ucrania.
Ceder los territorios ucranianos ya ocupados militarmente por Rusia.
Elecciones presidenciales en Ucrania.
Cese de las sanciones y medidas de retorsión económicas, comerciales y financieras que pesan sobre Rusia.
Comercialización de gas, industriales, farmacéuticos, granos y otros rubros.
La caída de las exportaciones Vs el aumento de las importaciones, el congelamiento de activos financieros en más de 300 mil millones de dólares, contracciones del PIB ruso en más de 2% por año desde el 2022, reflejan un impacto importante para la economía rusa.
Para los Estados Unidos y la Unión Europea también buscarán sacar partida de sus intereses. Los recursos mineros y tierras raras, productos agrícolas, interconectividad de gaseoductos, entre otros; “compensaciones” que tendrá que responder Ucrania a los más de 175 mil millones cedidos en defensa por los Estados Unidos, o los más de 60 mil millones, aportados por la Unión Europea al conflicto.
Como verán, el ausente de Alaska es quien paga la fiesta. La causal geopolítica no era suya. Un presidente quimérico compró el billete para un eventual asiento en la OTAN. Para que, tras la reacción desproporcionada e injustificable ante el Derecho Internacional de Rusia, tenga que cederlo todo, ante el inminente reparto.
A invitación de Putin la próxima ocasión será en Moscú, pasando por Doha y obviando a Kiev.